Mi nuevo hogar

Caminaba errabundo por las calles oscuras y mojadas de Cave Spring, una fina lluvia caía sobre el pueblo, empapándolo todo y emitiendo un rítmico y acompasado sonido que ayudaba a concentrarme en mis caótivos pensamientos. Hacía poco más de un día que había decidido quedarme a vivir en Cave Spring, necesitaba un lugar donde descansar mis huesos. Daba igual el sitio, como todo lo demás, cuanto más barato, mejor, así tendría más dólares para beber. Ah, buen bourbon el que se destila en este lugar! Durante el festival que me trajo aquí, pude estar en el hotel que nos facilitó el organizador, pero eso ya acabó y tengo que encontrar otro sitio. La noche anterior, cuando el alcohol hizo presa de mi sistema nervioso, apagándome en ese bendito sueño de olvido, caí dormido entre los arbustos de un parque algo retirado. No sé si fue por causa de la borrachera o de algún mal sueño, pero no pude dormir tranquilo. Escuché varios sonidos que, incluso sumido en el sopor más profundo, alteraban el corto descanso que me procuraba el sueño. Eran aullidos, gruñidos, también escuché algunos gritos de mujer... Si no fuera porque ya todo me da igual, dejaría la priva. Además, tenía que encontrar otro lugar porque no todas las noches serían cálidas y secas, hoy mismo no paraba de llover.
Un letrero de luces de neón que parpadeaba captó mi atención, sacándome de mi ensimismamiento. "Darkness Fox", un bar con habitaciones, la mezcla perfecta. No sé si es que la vida a veces te premia o que quería llevárseme rápido, pero fuera cual fuera mi destino, sé que allí me aguardaba. No lo pensé más veces, empujé la puerta y entré allí, empapado por la lluvia, con mi atuendo peculiar, mi macuto y guitarra.

El viejo no se sorprendió, y me hizo recordar lo que escuché en sueños o en la relidad la noche anterior. Tal vez en este sitio haya más cosas de lo que parece a simple vista. Antes de que dijera nada, aquel hombre enjuto y arrugado sacó de un casillero una llave de la que pendía un pequeño letrero con un número. La habitación número 13 sería ahora mi hogar. Cuando le di la espalda a mi nuevo casero, miró el estuche de mi guitarra y, justo antes de poner un pie en el primer escalón me preguntó si tocaba blues y rock. Cuando le respondí afirmando con la cabeza me propuso lo siguiente: tocaría en el bar todas las noches, para amenizar la velada a los parroquianos. A cambio, no me cobraría la habitación. Sentí que le estaba estafando, pues para mí, la música es mi vida, y mi guitarra, mi amante. Fue una de las pocas veces que me quité las gafas, nos miramos fijamente y sellamos en trato con un apretón de manos, quedando sorprendido por la fuerza y firmeza con la que aquel anciano me estrechó la mano.

Después, subí a emborracharme a mi nuevo hogar, la habitación número 13 del "Darkness Fox".