El derecho de las bestias

Después de pasar un tiempo genial con Afry y Devon, vine hacia casa. Orson ya estaría allí y habría encerrado a la cambiante que le dije. Estuve casi toda la semana recopilando información sobre los habitantes para descubrir si existían más cambiantes aparte de Afry. Y sí, pude encontrar a una atractiva joven a la que ya casi olía. Mandé a Orson para que la trajera a mi casa. Orson es un castigo, pero me hace el trabajo sucio, bueno, el trabajo a la luz del día.

Entré en casa. Todo estaba en silencio y solo las luces del salón estaban encendidas. Llegué al salón y allí estaba Orson, leyendo un libro.

Judah: - ¿Dónde coño está la cambiante?- Dije mientras Orson pasaba las páginas del libro hacia el principio, sin hacerme caso. Me acerqué a él mosqueado y le di un golpe al libro que hizo que se cerrase. Orson me miró con esos ojos caídos y esa boca medio abierta.
Orson: - Se me escapó... Estoy demasiado cansado ultimamente - Volvió a abrir el libro.
Judah: - ¿Cansado? ¿Cómo puedes estar cansado?- Agarré el libro y lo estampé contra la pared. Con tranquilidad me senté a su lado y le eché el brazo por encima acariciándole el pelo. - Yo soy el que debería estar cansado. Llevas media vida conmigo y todavía sigues con vida. - Orson se giró y me miró con tristeza.
Orson:- No puedo hacerlo... no quiero hacerlo - Sacó la lista que le dí de su bolsillo y me la dió. - Este sitio te está cambiando, estás pasando una etapa nueva y... no me gusta.
Judah: - ¿Prefieres que mate a la gente sin más?- Tomé la lista y la hice una bola apretándola con la mano. - Eso dice mucho de tí.- Orson se levantó y yo le seguí. - Crees que así no sufren ¿eh?. Recogió el libro y cuando lo tenía en sus manos le agarré fuerte de una. - ¿Quién eres tú para decirme cómo debo actuar?- Apreté fuerte su mano y noté como aguantaba el dolor.
Orson:- Ya, Judah. No vas a conseguir nada con esto - Solté su mano y le miré con ira.

Orson se estaba haciendo inmune a mí. Ya no me temía como antes, ya no tenía razones para vivir. Su único consuelo era la esperanza de ser libre algún día.

Judah: - Sabes que nunca conseguirás ser libre.
Orson: - No empieces, por favor...
Judah: - Nos vigilan con lupa, si me separo de tí un momento ya tengo a medio estado encima de mí, no creas que a mí no me presionan.- Dije con ironía. Los vampiros me ignoraban, estaba ajeno a la ley y nadie podía hacerme nada. Solo Orson me aseguraba eso. Si a él le pasaba algo yo acabaría mal.
Orson: - Me voy a la cama.

Llegué a casa con prisa. Sabía que Judah vendría más temprano de lo habitual, esperando encontrar a Madison.
Cuando entré a la casa, la recorrí entera. Las luces estaban apagadas pero él no las solía encender, asi que podría estar en cualquier sitio. Cuando terminé, no había ni rastro, asi que me fuí al salón. Judah tenía una increible bibilioteca, incluso tenía libros únicos. Ya me había leido unos cuantos y de hecho me estaba leyendo dos, pero me apetecía empezar uno nuevo, aunque sabía que Judah llegaría en cualquier momento y no me dejaría leer mucho más.
Miré por encima varios libros y cogí uno al azar: Laelius de amicitia... Ciceron. Me acomodé en el sofá un buen rato hasta que oí a Judah entrar a casa.

Estuvimos hablando un rato. Él estaba como de costumbre, primero enfadado, después tranquilo, luego irónico... La vida le está matando, otra vez.
No me sorprendió que se pusiera pesado, yo ya estaba preparado y sabía lo que tenía que hacer, no hacerle caso, ignorarle. Su respuesta no pasaría más allá de un mordisco.

- Me voy a la cama- Dije con seriedad.

De repente Judah se me avalanzó, me agarró las muñecas y me mordió en el cuello agresivamente. Grité conteniendome y apreté mis dientes. Judah estaba más agresivo que nunca, no podría soportar su ataque durante más tiempo. Me retorcí intentando pararlo, pero era inútil. Judah dejó mi cuello para luego agarrarlo con una mano. Acercó su cara a la mía y se quedó mirándome. No pude parar de temblar, empecé a tiritar e intenté articular palabra, pero era imposible.
Judah me lamió una comisura de los labios y me lanzó contra un espejo que se rompió al instante.

Judah se quedó de pie, inmóvil y de repente desapareció. Yo estaba tirado en el suelo, sangrando la poca sangre que me quedaba cuando en ese momento mi bolsillo empezó a vibrar. Era mi teléfono, con las fuerzas que me quedaban lo descolgué y me lo acerqué a la boca. Balbuceé la dirección de la casa repetidas veces hasta que quedé inconsciente.

Off: Contesto luego! Ahora no puedo! BUENISIMO EL POST Mua!

Estaba en camino, y escuché la llamada. Llegué a la casa y tiré la puerta de una patada. Orson estaba tirado en el suelo, sangrando y medio muerto, junto a una muchacha. Me quité la chaqueta y me senté junto a Orson, lo agarré de los brazos y lo puse entre mis piernas. Me remangué la camisa y me mordí la muñeca ante los ojos estupefactos de la chica. Sujeté la cabeza de Orson con la otra mano mientras mi sangre caía en su boca. Miré a la chica:

- Tranquila, ya lo he hecho más veces con Orson... no le pasará nada. ¿Eres su amiga?... - La chica estaba relamente sorprendida y no parecía que fuese a hablar. Saqué como pude un pañuelo de mi bolsillo y lo puse en el cuello de Orson. Cogí la mano de la chica para que fuese ella la que apretase el pañuelo sobre la herida de Orson.

- Estaré en Darkness fox, tengo una habitación allí. Ni se te ocurra llevarlo al hospital.- Le dije a la chica. Dejé a Orson sobre la chica - Soy Silas... vendré esta noche.- Miré el reloj, estaba a punto de amanecer. Cogí la chaqueta y Orson empezó a despertarse. Parecía estar intentando levantarse pero yo no tenía más tiempo. Salí corriendo de la casa.

Desperté en un bosque oscuro. Rapidamente me levanté y me toqué todo el cuerpo, me buscaba las heridas, pero no tenía ninguna. MIré hacia delante y vi a Judah. Tenía las muñecas atadas con unas cadenas que salían de la tierra. Hacía fuerza porque al parecer las cadenas tiraban hacia dentro. Judah cayó al suelo y yo me acerqué. Levantó la cabeza y me miró. Tenía esa sonrisa malvada a la que tan acostumbrado estaba. De repente noté algo detrás mía, en mis piernas. Me giré y comprobé que era una pantera negra, parecía dócil como un gato. Volví a girarme hacia Judah. Había desaparecido, ya no estaba. Me agaché junto a la pantera y me senté en el suelo. De repente una cadena pasó por mi cuello y me asfixiaba, era Judah. Miré a sus ojos y al pestañear comprobé que ya no era Judah, era Silas. Parecía no reconocerme, pero en un instante soltó las cadenas y me levantó del suelo. La pantera andaba en circulos alrededor de nosotros cuando se paró en seco y dijo mi nombre, en voz baja. Asustado miré a Silas, que también dijo mi nombre. Empezaron a decir mi nombre repetidamente mientras una tormenta se acercaba increiblemente rápida. Miré al cielo y empezó a llover. El sonido de la lluvia mezclado con la pantera y Silas diciendo me nombre me estaba volviendo loco y me preparé para dar un fuerte grito.

Pero desperté.

Abrí los ojos y me encontré en los brazos de Madison. Me levanté desconcertado y me miré todo el cuerpo. Tenía sangre por todos lados, pero no me dolía nada. Miré a Madison.

- ¿Cómo has llegado hasta aquí?- Me senté sobre el brazo del sofá, estaba realmente cansado. - No deberías estar aquí, este sitio no es seguro... y debes estar cansada, vamos, puedo cuidar de mí mismo - Fui hacia la salida cuando vi que la puerta estaba en el suelo rota. - ¿Qué ha pasado aquí?

Dijo que no parecía cuidar muy bien de mí mismo. Eso me molestó mucho. Luego me habló de Silas.

- ¿Silas me ha dado de su sangre? Genial.- Me enfurecí bastante. - Me apalean y haen conmigo lo que quieren, esto es lo que me ha tocado- Noté un intenso dolor en el abdomen y me levanté la camiseta. Tenía una herida bastante grave asi que me volví a sentar en el sofá, no debería moverme mucho. - La fuerza es el derecho de las bestias- Dije lamentándome.

Madison dijo de salir de la casa. - Sí, es lo mejor. Pero por favor, ve al cuarto de baño, es la puerta en frente a la cocina. Hay un botiquín en lo alto de la estantería. Cógelo. Yo iré a por algo de ropa

Subí a duras penas las escaleras hasta llegar a mi habitación. Saqué una mochila y metí toda la ropa que pude. Al bajar fuí a la puerta y esperé a Madison. Me tambaleé un poco y me senté en el suelo. Estaba muy débil y no aguantarí mucho más. Esta vez la sangre de Silas no fue suficiente.

Estaba preocupada, muy preocupada. Y encima, ahora me sentía culpable ¿quién me mandaba a mí fiarme de un desconocido? ¿Por qué había dejado a aquel vampiro darle su sangre a Orson?

<<Idiota>> me dije a mi misma.

No sabía por qué, pero me sentía involucrada en todo esto, responsable. Eso era malo, eso me traería problemas. Cuando me aseguré de que Orson estaba bien en el sofá hice lo que me dijo, fui al baño a buscar el botiquín. Yo tenía en casa mil medicamentos para mi padre, pero igual él tenía algun tratamiento especifico allí. Cuando volví con todo y le ví en la entrada con muy mala cara y una mochila en las manos deduje que había subido las escaleras.

- ¿Qué narices haces subiendo las escaleras? ¿No podía hacerlo yo? - dije enfadada.

Orson no respondió, se le veía muy resentido. Le levanté la camiseta sin pensarmelo dos veces y miré la herida. Parecía que había cicacitrado algo pero no tenía buena pinta.

- No hagas fuerza ¿vale? Pasas un brazo por mis hombros y te llevo a el coche - le dije mirandole a los ojos. Parecía que tuviese la mirada algo perdida de nuevo y que fuese a perder la consciencia, una vez más.

Aunque pareciese una princesita delicada, estaba fuerte. Mis horas de gimnasio me había costado, sin contar el hecho de que, vamos ¡era una pantera! Si una pantera no podía hacer aquello, nadie podría. Me agaché a su lado y pasé su brazo por encima de mis hombros y el mió por su cintura.

- A la de tres ¿vale? - dije mirandole de nuevo a los ojos.

No sabía si me escuchaba pero conté hasta tres y me levanté cargando a Orson conmigo. Él se quejó. Caminé a duras penas hasta mi coche, menos mal no lo había aparcado muy lejos. Saqué las llaves del bolsillo y abrí la puerta trasera. Se trataba de un beetle descapotable (ahora capotado), así que los asientos traseros no es que fuesen muy espaciosos, pero era lo mejor que tenía. Lo senté como pude.

- Estaremos en un segundo, aguanta.

Dejé el botiquin en el asiento del copiloto junto con su mochila cuando abrí mi puerta, metí las llaves y le dí a la marcha atrás para salir a la carretera. Era una buena conductora, muy buena. Me encantaba conducir.

En menos de cinco minutos habíamos llegado a mí edificio y aparcado el coche. Llamé al ascensor y fuí a por Orson, quién cada vez parecía más débil. Subimos hasta el décimo y último piso, y entramos en mi casa. Hasta que no abrí la puerta no me di cuenta de que mi bolso se había quedado en casa de Orson junto con mi móvil y mi cartera. Menos mal que siempre llevaba las llaves en los bolsillos.

Off: Abro post en mi casa.