Christopher Long

por **Christopher Long** Mar Ago 25, 2009 3:25 am

Nombre:

Christopher Andrew Long

Edad:

28

Raza:

Vampiro

Descripción física:

Alto, fuerte, ojos verdes, pelo castaño, poseo una gran visión y un gran olfato que casi nunca me fallan.

Descripción psicológica:

Soy ordenado, preciso y me gusta que las cosas se hagan a mi manera. Cuando de trabajo se trata soy serio y tenaz.
En la vida social soy muy extrovertido. Me gusta ir a fiestas aunque no en exceso. Una noche con el ordenador o un libro tambien puede pasar. Me apasionan los coches deportivos y las motos, aprovecho algunas noches para correr a mi aire sobre cuatro o dos ruedas. En el amor, los recuerdos son vagos. Molly fue mi primer amor y pensé que nunca lo volvería a intentar, ella me sacaba mi lado apasionado y cariñoso, pero entonces conocí a Giulia cuando estaba al borde de la muerte. La convertí. Ella era todo lo que yo no era, me complementaba y me enamoré. Hasta entonces no supe que yo tenía algo de celoso y protector dentro.

Historia:

Christopher Long nació por primera vez en Toronto, Canadá,
en 1467. Pertenecía a una familia de las más ricas de la ciudad e iba al mejor
colegio privado del país. Mi padre era un magnate de una de las empresas de
chocolate más prestigiosas de aquel tiempo.

A los 12 años yo era ya un niño inteligente y muy
espabilado. Por eso, cuando mi padre me contó una fría tarde de noviembre como
mi querida madre había muerto fatídicamente al caerse por las escaleras no le
creí.

Yo había oído a mi padre gritarle a mi madre mientras ella
gimoteaba, había visto a la persona que más quería bajar muchas mañanas con las
mejillas encendidas de tanto llorar y alguna parte de su cuerpo siempre amoratada.
Aquellos eran los días buenos. Los malos eran aquellos en que ni si quiera se
levantaba.

Pensaréis que ella tenía alternativas, pero en por aquel
entonces no las tenía; además, mi padre la hubiese matado de una paliza antes
de que ella se atreviese a abrir la boca. Elisabeth era una buena mujer, tal
vez no la que mi padre deseaba por sus espíritu libre y su feminismo, pero era
una buena mujer, una buena esposa y ante todo una buena madre. Él la mató y por aquel entonces yo no tuve ninguna duda.

Desde siempre había sufrido lástima por mi madre. Ella tan
buena, dulce y compasiva; ella que lo daba todo por mí y por quienes la
rodeaban. No se merecía aquel trato, aquella muerte. Desde pequeño aprendí a
sentir pena por la suerte que había sufrido. Y, a pesar de tener más que
razones, nunca tuve miedo, tan solo rabia e ira.

Cuando supe de la muerte de mi madre simplemente asentí, él
me dio una palmadita en la cabeza cómo a un perro fiel y se metió de nuevo en
su despacho, donde le esperaría una mujer, tal vez dos. Era pequeño, no había
nada que yo pudiese hacer al respecto, ninguna forma de vengar aquel asesinato.
No podía hacer nada salvo llorar, lamentarme y esperar no echarla mucho de
menos. Sí, me faltó muchísimo; sí, me lamenté; y sí, lloré, lloré una noche
entera. Aquella fue la última vez que lágrimas de agua salada se derramaron por
mis ojos.

Mi vida siguió adelante.
A los 18 fui a la universidad dónde estudié medicina y a los
27 ya trabajaba en la clínica privada de mejor reputación de Canadá como
cirujano. Era el mejor. En tres años había ganado más dinero que mi padre en
toda su vida, aunque claro, ya eran otros tiempos.

‘Volví a casa después de un día de trabajo en el que había
hecho tres operaciones y estaba exhausto. Hoy era mi 28 cumpleaños, y seguramente mi esposa me habría preparado algo.

- Cariño, ya estoy en casa – dije cuando entre por
la puerta.

Solo recibí el silencio. Colgué la gabardina en el
guardarropa y crucé el hall. Cuando atravesé las puertas que llevaban a la sala
de música dónde soliamos hacer las fiestas me quedé de piedra.

- ¡Molly! – chillé repetidamente mientras abrazaba al cuerpo inerte de mi embarazada esposa sobre el piano. Había un pequeño pastel a un lado, mi favorito.

Entonces escuché un gruñido. Oí el toc, toc, toc de unos tacones pasearse por detrás
de mí y me giré. Nada.

- ¡Sal de ahí, cabrón!

Algo me tocó por la espalda.

- Doctor Long, feliz cumpleaños – y la bella mujer que tenía delante empezó a reír macabramente para después, y sin darme ni un segundo para asimilarlo, arrebatarme la vida.’

Después supe que me había convertido la vampira más compasiva que pudo haberme encontrado. Ni me torturó, ni me acosó. Nada. Aquella noche morí y renací. Ella era sobrenatural y, a partir de entonces, yo también.

Fui con Katrine un año, aprendiendo de mi naturaleza, del mundo que yo ignoraba que existía, de mi nuevo ser que siempre estaba sediento de sangre humana. Resultaba irónico de que antes vivía para salvar vidas y ahora necesitaba matar para sobrevivir.

El tiempo pasó y me separé de mi creadora pese al vínculo que siempre me ataría a ella. Me hice más fuerte, más experto pero no más feliz. Me instalé en Misisipi, dónde serví para su reina más de cien años. Me convertí casi en su mano derecha. Yo no era de los que querían ser mandados, pero aquí cuanto más viejo más importante, y cuánto más cerca de la realeza, más respeto. Después de muchos años conseguí ser respetado por toda la comunidad vampírica, y todo el mundo conocía a Chris Long.

Un día de otoño se me planteó un reto que no pensaba que superaría nunca. Pasando por un cementerio encontré un cuerpo que aún respiraba, el de Giulia Angelique Roseti. Ahí la ví por primera vez. Se estaba muriendo y se puede decir que la salvé al traerla a este mundo. Los siguientes trescientos los pasé, mas o menos, a su lado. Nuestra relación muchas veces era de ni contigo, ni sin ti. Me tenía loco, para que nos vamos a engañar. Un día nuestras diferencias fueron demasiado grandes y, dado a su personalidad propensa a sentirse enjaulada, decidimos separarnos.

Ella se fue y no me dijo donde, decidimos que sería lo mejor. Yo seguí trabajando para mi reina los siguientes doscientos años.

Tras tantos años de servidumbre y más de un siglo de mi nueva existencia pasada en Missisipi y toda su confianza depositada en mí, me asignó Sheriff de un pequeño pueblo. Yo le habia pedido algo de tranquilidad sin dejar mis responsabilidades, y ella me lo había dado.

Así fue cómo llegué a Cave Springs. No tenía ni idea de lo que esperaba allí, pero tenía la impresión de que después de todo lo vivido, ya nada podía sorprenderme.

Habilidades:

Tiene una visión y un olfato excelente, mejor que el de la mayoría.