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Diario de: Victoria Bowes?
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Diario de: Victoria Bowes?
Diciembre de 2001, Oxford, ocho y cuarto de la tarde.
- Mamá ¿qué está pasando?
Las lágrimas de mi madre mojaban sus rosadas mejillas mientras apoyaba su cabeza en el pecho de mi padre. Al percatarse de mi presencia miró a su marido quien con aquella sola mirada lo entendió todo. Pasó un brazo por encima de mis hombros y me llevó hasta la cocina donde me sentó en una de las sillas para luego acercar otra y sentarse frente a mí.
- ¿Qué le ocurre a mamá?
Mi padre respiró hondo antes de mirarme. Estaba pensándose mucho las cosas, eso quería decir que había algo complicado que contar ya que yo le conocía demasiado bien.
- Cielo, mamá no se encuentra muy bien pero se le pasará - sentía el engaño en sus ojos, ya con catorce años odiaba que me tomasen el pelo.
- Papá quiero saber que pasa, por favor.
Suspiró de nuevo y asintió con la cabeza, sabía de sobra que dentro de mi cabeza escondía mucho más de lo que cualquier niña de 14 años tendría.
- Esta noche la abuela ha sufrido un accidente - no sabía a lo que se refería pero por su mirada y tono de voz me llevé la mano inmediatamente a la boca, me temía lo peor - se ha ido al cielo, cariño.
No estaba acostumbrada a recibir palos grandes, aquello me abrumaba. Había pensado que la abuela habría tenido algún nuevo problema con aquella familia de York de nuevo, o que se había puesto enferma, pero nada parecido a lo que acababa de oír. Muerta estaba muerta. Mi padre me dio un abrazo en cuanto sintió que me enrojecía de ira y que mis ojos se aguaban, ni siquiera me había dado tiempo a despedirme.
- Ve al salón con tus primos y tu hermana, luego hablamos más ¿vale mi niña? - me dio un beso en la mejilla - no le cuentes nada a Lillian, es demasiado pequeña.
Mi hermana tenía nueve años, no lo entendería. No dejé que callese la primera lágrima, pero lloraba por dentro ante la pérdida de la mujer más luchadora que había conocido, la que me había descubierto los secretos más profundos y había puesto las cosas que parecían inalcanzables al alcance de mis dedos.
Aquel día pensábamos que había llegado el final de toda discusión, que la sed de venganza de esa familia y el deseo de poder había acabado ahí... pero no, aquello solo fue el comienzo. Hasta unos meses más tarde no supe que no había sido un accidente, sino que había sido asesinada.
- Mamá ¿qué está pasando?
Las lágrimas de mi madre mojaban sus rosadas mejillas mientras apoyaba su cabeza en el pecho de mi padre. Al percatarse de mi presencia miró a su marido quien con aquella sola mirada lo entendió todo. Pasó un brazo por encima de mis hombros y me llevó hasta la cocina donde me sentó en una de las sillas para luego acercar otra y sentarse frente a mí.
- ¿Qué le ocurre a mamá?
Mi padre respiró hondo antes de mirarme. Estaba pensándose mucho las cosas, eso quería decir que había algo complicado que contar ya que yo le conocía demasiado bien.
- Cielo, mamá no se encuentra muy bien pero se le pasará - sentía el engaño en sus ojos, ya con catorce años odiaba que me tomasen el pelo.
- Papá quiero saber que pasa, por favor.
Suspiró de nuevo y asintió con la cabeza, sabía de sobra que dentro de mi cabeza escondía mucho más de lo que cualquier niña de 14 años tendría.
- Esta noche la abuela ha sufrido un accidente - no sabía a lo que se refería pero por su mirada y tono de voz me llevé la mano inmediatamente a la boca, me temía lo peor - se ha ido al cielo, cariño.
No estaba acostumbrada a recibir palos grandes, aquello me abrumaba. Había pensado que la abuela habría tenido algún nuevo problema con aquella familia de York de nuevo, o que se había puesto enferma, pero nada parecido a lo que acababa de oír. Muerta estaba muerta. Mi padre me dio un abrazo en cuanto sintió que me enrojecía de ira y que mis ojos se aguaban, ni siquiera me había dado tiempo a despedirme.
- Ve al salón con tus primos y tu hermana, luego hablamos más ¿vale mi niña? - me dio un beso en la mejilla - no le cuentes nada a Lillian, es demasiado pequeña.
Mi hermana tenía nueve años, no lo entendería. No dejé que callese la primera lágrima, pero lloraba por dentro ante la pérdida de la mujer más luchadora que había conocido, la que me había descubierto los secretos más profundos y había puesto las cosas que parecían inalcanzables al alcance de mis dedos.
Aquel día pensábamos que había llegado el final de toda discusión, que la sed de venganza de esa familia y el deseo de poder había acabado ahí... pero no, aquello solo fue el comienzo. Hasta unos meses más tarde no supe que no había sido un accidente, sino que había sido asesinada.
Victoria Bowes- Nuev@ en la ciudad
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