Sin nada que hacer (Libre)

Había sido un largo día y estaba exhausta. Había cargado tantas cajas que los músculos de los brazos me dolían con solo mover los dedos y ni hablar de el dolor que tenía en las piernas. Estaba segura de que sería la última vez que haría algo así, solo había que rezar porque nos fuera bien en este pueblo.

Estuve sentada en uno de los bancos de un parque hasta que oscureció completamente. Me levanté, dispuesta a volver al apartamento donde probablemente estaba mi hermana acomodando las cosas pero tenía deseos de estar sola. Me volví a sentar y subí los pies, cruzándolos y me eché hacia atrás para poder mirar el cielo estrellado.

No separé la vista del paisaje hasta que sentí los pasos de alguien acercarse.

Las horas se hacían días y los días, semanas. Ya no sabía cuanto tiempo llevaba en aquel pueblo, no lo tenía en cuenta, básicamente se encuentra decentemente bien entre los humanos y no tan humanos, pudiendo camuflarse entre los primeros con extrema tranquilidad y pasividad. Camina por Main Street, sin nada mejor que hacer que estar allí.

De entre toda la gente allí presente se fija en una mujer que parece estar algo cansada, pudo concretar. Se acerca con total discreción a ella, simplemente para entablar una conversación, el chico no necesitaba nada más aquella noche.

Quería socializar, por el simple hecho de ser más conocido en el pueblo y hacerse un hueco entre las personas más importantes de este. Si se infiltraba por completo en la sociedad podría pasar desapercibido por un tiempo, hasta elaborar un buen plan.

Cuando ve que ella se percata de su presencia no se pone nervioso, simplemente compone una sonrisa tranquila.

Bajé la mirada del cielo para ver quién se acercaba. Era un joven de cabello moreno y con varios tatuajes la típica apariencia de la independencia y la rebeldía. Años atrás me había hecho un pequeño tatuaje pero estaba segura de que sería la última vez que hacía una locura como esa, era demasiado doloroso.

El joven sonrió y yo, como siempre hacía ante esas actitudes seguí en lo que estaba antes, mirando el cielo. Mi hermana a cada rato me reprochaba el ser tan fría y antipática con los extraños pero no había nada que pudiera hacer, supongo que así soy yo y ya no se le puede hacer nada. Quizás eso solo era una máscara para esconderme del verdadero mundo.

Suspiré y me corrí hacia un lado, sin mirarlo. Tal vez él también quería estar tranquilo, sin nadie que lo molestara.

Aquella respuesta por parte de ella lo deja algo enfadado, por no decir que interiormente está lleno de furia, una persona que era mucho más inferior que él lo estaba evitando. Pero no borra la sonrisa de la cara, mientras que inspira los aromas del lugar ya que su sentido olfativo estaba realmente desarrollado.

Lo siguiente que sucede hace que el chico cambie aquella sonrisa por una más prepotente y egocéntrica, mucho más natural en él que la anterior. Centra su vista de nuevo en la chica, antes de sentarse en el mismo banco, intentando comenzar una conversación.

- Hola.- saluda, simple, esperando que ella por su bien le conteste.

El joven, que seguía sonriendo se sentó en el banco y me saludó. Despegué la vista del cielo y lo miré. ¿Depués de como lo traté aún quería hablar conmigo? Eso sí que era raro.

- Hola - murmuré y traté de sonreír aunque no lo conseguí con mucho éxito. Lo último que hubiera deseado era tener que hablar con un desconocido aunque eventualmente tendría que empezar a socializar con la gente del pueblo pero hoy me sentía tan cansada que no tenía deseos de nada.

Volví a mirar el cielo y traté de imaginarme qué estaría haciendo mi hermana, seguro andaba acomodando su cuarto. Hice una pequeña mueca de angustia al recordar que cuando llegara debería organizar todo lo mío, hoy definitivamente no era mi día.

El poco tiempo que llevaba entre ellos y ya los reconocía y sabía sobre los mismos, el chico los analizaba en cada momento, no tenían mucho misterio que ofrecer. Clavó su mirada en ella, que parecía algo reacia a entablar una conversación. Por su parte, Lorcan, no desistiría en aquello.

- Soy Lorcan.- se presentó alzando su mano esperando que ella la estrechase. - No te vi nunca por Cave Springs.- añade, con curiosidad. - Eres nueva por aquí?- preguntó con descaro, esperando una respuesta de ella.

Lo miré a los ojos y luego miré su mano. ¿Acaso debía estrechársela? Bueno, debía ser educada, no quería que dar mala impresión porque eso solo causaría problemas, a mí y a mi hermana. Vacilé por un momento pero al instante alcé mi mano y estreché la suya.

- Un placer - traté de sonreír de nuevo pero estaba segura de que mi sonrisa no era muy convincente. En esos momentos deseaba poder sonreír con tanta facilidad como lo hacía mi hermana - Yo soy... soy Hayley.

Me costó trabajo decir mi nombre, no estaba acostumbrada a decirle mi nombre a extraños pero supongo que siempre hay una primera vez para algo aunque a veces esos momentos sean un poco molestos. Bajé mi mano y la escondí en el bolsillo de la chaqueta. Volví a mirarlo pero terminé alzando la vista al cielo, de nuevo.

- Recién acabo de mudarme - contesté - Debería estar en casa ahora organizando las cosas pero no creo que me queden fuerzas.

Me sorprendí ante la facilidad con la que respondí asu pregunta. Normalmente le hubiera dado una simple respuesta o ni siquiera me molestaría en contestar. Quizás este pueblo sí tenía su poco de magia.

- ¿Y tú? ¿Hace tiempo que vives aquí?

Retira su mano, mientras la escucha, teniendo la mirada clavada en ella, sabiendo por aquella sonrisa que lo suyo no era la relación social.

- Encantado Hayley.- dice, esbozando una sonrisa, educado. Escucha sus comentarios y sus preguntas y asiente levemente ante ellas.

- Bueno, llevo un par de semanas o quizá un mes, la verdad es que por aquí el tiempo vuela constantemente, pero ya me conozco completamente todo el pueblo y casi todas sus gentes.- le explica, con tranquilidad, el hablar siempre había sido muy sencillo para el chico, aunque pasara mucho tiempo callado. - Por aquí la gente es muy cálida y amistosa.

Escuché cada frase atentamente, observándolo de vez en cuando. Por su forma de hablar parecía una persona educada y pacífica aunque yo sabía perfectamente que las cosas a veces no son lo que parecen. Debería aprender a hablar tranquilamente como él lo hacía o a ser tan sociable como mi hermana. Quizás ya era hora de cambiar.

- Todavía no he conocido a nadie, de hecho eres la primera persona del pueblo con la que hablo - dije, mi sonrisa se volvió un poco más natural.

Una suave brisa rozó mis mejillas e involuntariamente seré los ojos, disfrutando de aquel momento. Por unos minutos me olvidé de todo y no pude evitar sonreír de verdad, como solía hacer cuando me sentía yo misma.

Regresé a la realidad y giré mi rostro hacia él.

- ¿Suele soplar el viento así? - pregunté con curiosidad, tratando de revivir la conversación.

Asiente levemente, aparentemente impresionado, esboza una sonrisa muy tranquila y despreocupada, diferente a su sonrisa habitual, tremendamente arrogante y odiosa.

- Vaya, encantado de ser la primera persona del pueblo con la que hablas.- comenta con un deje de diversión en la voz. Pronto un suave viento se levantó, cosa que no hizo que Lorcan siquiera cerrara los ojos, pero observo a la chica, que parecía disfrutar de aquello, incluso de una forma más relajada.

Escucha la pregunta y se queda pensativo.
- Pues ahora que lo dices si que suele soplar así el viento.- le informa. - Se hace muy gustoso.- da su opinión ante el asunto.

Sin saber porqué me tensé un poco al verlo sonreír de tal manera pero al minuto me volví relajar. Me moví un poco, tratando de acomodarme de alguna manera en la que no me dolieran tanto los músculos pero no había forma de lograra mi objetivo.

- Qué bien - mi tono de voz se volvió más alegre - Me encantar sentir el viento soplar. Me trae buenos recuerdos.

Volví a mirar el cielo cuando las imágines fueron apareciendo poco a poco en mi mente. Mi mamá sonriendo mientras me llevaba de la mano a mi primer día de clases, ese día hacía fresco y el cabello rubio de ella se movía al ritmo de la brisa. Luego recordé el día de mi cumpleaños número 12, cuando junto con ella y mi hermana fuimos a almorzar a la cafetería del pueblo.

No me percaté de cuando volví a cerrar los ojos pero volví a sentir el viento soplar. Abrí los ojos y clavé mi mirada en su rostro.

- Disculpa, me dejé llevar. ¿Decías algo? - sonreí - Debes pensar que soy una distraída.

Deja que ella se explaye con sus gustos, pensativo, le importaba poco aquello, pero aún así esbozó una fuerte y persistente sonrisa, con un deje de falsedad.

- No tranquila, no decía nada.- le informa sonriendo, encogiéndose de hombros. - No, no pienso que seas una distraída, si acabase de llegar estaría igual que tú créeme.- explica, con humildad, el chico era buen actor, no había ninguna duda.

Su sonrisa me estaba comenzando a molestar. ¿Que no sabía hacer otra cosa que eso?
Miré el reloj, no era tan tarde pero mi estómago comenzaba a protestar y con el cansancio que tenía comer algo no me vendría nada mal. Sin embargo en casa no se podía cocinar todavía y no conocía ningún lugar donde pudiera comprar comida para llevar.
Al minuto me dí cuenta de para qué servía preguntar.

- ¿Sabes de algún lugar donde pueda comprar comida paa llevar? - le pregunté al joven mientras me paraba del banco y acomodaba mi vestido, un poco arrugado de estar sentada.

Piensa detenido, llevándose un dedo a los labios, pensativo ante la pregunta del pueblo. No recordaba de ningún lugar en el pueblo en el que pedir comida para llevar, sin duda había lugares para comer, pero lugares para coger comida para llevar... "Quizás en el Darkness?" .

- No hay ningún lugar de comida para llevar, creo yo.- le informa, simple, ahora ya algo más serio por el echo de que no se trataba de socializar sino de responderle una simple pregunta. - Deberías probar quizás en el Darkness Fox.- le informa, encogiéndose de hombros. - sabes dónde se encuentra?- le pregunta alzando una ceja.

¿Darkness Fox? El nombre me era conocido pero no recordaba dónde lo había eschuchado.

- Creo que... - dejé la frase a media mientras sacaba mi móvil del bolsillo, que vibraba por un nuevo mensaje. No llegues tarde a casa y no te preocupes por la comida. Nuestra vecina me ayudó con las cosas y cocinó en su casa para nosotras. Te guardé comida. No vuelvas tarde. Amber.

Suspiré alivida y no pude evitar sonreír. Me volví a sentar en el banco con un poco de trabajo, los músculos me seguían doliendo y estaba segura de que seguirían así por el resto de la semana. Una vez sentada, crucé los brazos sobre mi pecho.

- Olvídalo, hubo cambio de planes.Gracias de todas formas - dije lentamente y clavé la mirada en el árbol que tenía en frente - ¿Si no eres del pueblo entonces dónde vivías antes? Claro, si se puede saber.

La observa, reclinando levemente el cuello hacia atrás, parecía que las cosas habían cambiado y no necesitaba ya comida para llevar. Escucha su pregunta y se dispone a contestarle, simple, no le perjudicaba demasiado si se lo decía.

- Montana, ya sabes, al norte de América.- le explica, sonriendo levemente, recordando viejos tiempos. - La verdad es que echo de menos el frío de aquel lugar.- el calor del sur de EE.UU podía con él y más cuando se encontraba bajo un gran pelaje, como de costumbre. - Espero que el invierno traiga consigo frío.- le informa, simple. - Y de dónde vienes tú?- le pregunta, alzando una ceja. - Si se puede saber tambien...

- Montana... - repetí el nombre del lugar y miré al joven que ahora hablaba del invierno. La verdad es que parecía una persona misteriosa aunque sonriera mucho, daba esa impresión, al menos para mí. Quizás sólo era imaginaciones mías.

- Soy de Jacksonville, Florida pero todos estos años me los he pasado en Phoenix, Arizona - respondí, tratando de no recordar los momentos que pasé en aquel lugar donde nací pero los recuerdos volvieron, borrosos pero volvieron. Seguí hablando a pesar de que mi voz sonaba distinta y que mi piel estaba erizada - A diferencia tuya estoy acostumbrada al calor, dudo que pueda sobrevivira un fuerte invierno.

Sonreí y comencé a juguetear con mis dedos.

Claro, el amaba demasiado el invierno, podía camuflarse en él cuando no aparentaba ser una persona normal y corriente, cuando sacaba su naturaleza por completo, siendo el monstruo que era, un peligro constante para la sociedad. Y lo peor es que propagaba su condición, si, lo había hecho varias veces, pero sólo a gente que veía tremendamente bruta o malvada, para que esta raza se extendiera con rapidez, para no sentirse único, en cierto modo, quería estar acompañado.

Asiente levemente ante la conversación de la chica, le recuerda mucho a alguien, pero no llega a saber por qué, su mente vaga por sus recuerdos, buscando a quién se le asemeja aquella chica, llegando a escuchar parcialmente su último comentario.

- Yo sobreviví a uno de esos, créeme, es relativamente sencillo.- le explica, simple. - en cambio el sol me afecta, no me veas como un vampiro, porque no lo soy.- dice riendo. - pero el calor no me gusta mucho.- informa.

Me pasé las manos por las mejillas y luego por el cabello, con la esperanza de que esos simples gestos pudieran distraerme de los recuerdos que vagaban ahora por mi mente. Cerré los ojos y hasta negué suavemente con la cabeza pero no obtuve resultado.

Sonreí ante su comentario y observé su rostro una vez más, luego desvié mi atención hacia su pequeño colgante. Lo miré por un rato hasta que decidí romper el silencio.

- Pues yo quisiera conocer un vampiro algún día siento curiosidad - comenté, dándome cuenta luego del dispaarate que había dicho pero no me retracté porque en parte era cierto - Bonito colgante, por cierto.

Se lleva casi inconscientemente una mano al colgante, apresurado, lo observa completamente hipnotizado, significaba mucho para él.

- Sí.- le informa, con un deje de ausencia en la voz. - Es un bonito recuerdo.- la luna menguante de su colgante era plateada y se encontraba algo oxidada, pero seguía brillando, impasible, a causa de años y años de protección.

- Yo nací en Polonia.- le explica, sonriendo levemente, ahora incluso más humano que antes, no estaba bromeando. - Y este colgante simboliza a mi antiguo país.- su sonrisa es franca, no es ensayada como las anteriores, sin duda el colgante es su punto más sensible. - No es que sea muy nacionalista ni nada por el estilo.- dice, afinando su vista, tirando de aquel símbolo hacia arriba para observarlo mejor. - pero a veces me gustaría volver allí.- suspira.

Miré con curiosidad como él observaba su colgante. Parecía que había tocado su punto débil y las ganas de saber más de aquel joven fueron aumentando. Cuando él comenzó a hablar, subí los pies sobre el banco, cruzándolos y me giré hacia él. Una vez acomodada lo escuché con toda atención.

Hablaba de una forma disinta a como lo había hecho anteriormente y su sonrisa también había cambiado, ahora era más gentil. En esos minutos me dí cuenta de que quizás hablar con la gente en general no era tan malo después de todo, tal vez llegué a exagerar un poco o simplemente ya estaba lista para salir de mi cascarón.

- Vaya, sí que vienes de lejos - dije con una sonrisa - ¿Y por qué no vas de visita?

Dicho esto comencé a juguetear con un mechón de pelo, cada vez más curiosa.

-Miedo a las alturas.- en cierto modo estaba diciendo la verdad, el chico no podía controlar sus transformaciones subido en un avión. - y me mareo demasiado en el mar. - sólo recordar el viaje que lo llevó a América desde las costas de Francia hace que tenga pequeñas arcadas.

La luna reflejada en el agua hacía más intensos los efectos de su transformación y sin duda todo el barco corría gran peligro con él cerca, cosa que no le importaba, pero era demasiado difícil no llamar la atención llegando en un barco en el cual no se encuentra la tripulación.

- Lo tengo difícil para volver a allí.- termina por recalcar, con deje de tristeza en la voz. No deja de observar su colgante, haciéndolo girar, mirándolo desde diferentes perspectivas, pensativo.

Por mi mente habían pasado millones de razones menos esas.

- Sí que lo tienes difícil - murmuré mientras le echaba un rápido vistazo al cielo y luego volvía a clavar mi mirada en aquel colgante. Dejé de jugar con mi pelo y coloqué las manos sobre mi regazo, me estaba sintiendo impaciente y desconocía el motivo.

- Pero algún día debes volver, a ver a tu familia...- mi tono de voz fue bajando poco a poco. Algo me decía que ese era un tema delicado para ambos.

Los recuerdos volvieron, haciendo estremecerme y apretar mis manos fuertemente. Bajé la cabeza y cerré los ojos, ser humana no era algo sencillo.

Suelta una pequeña risotada, que más bien se parece a una respiración nasal fuerte, mientras niega con la cabeza.

- No tengo familia.- le explica, con tranquilidad, observando su colgante, moviéndolo con sus pálidas y ágiles manos, propias de un europeo del este.

Puede percibir como ella se estremece, la observa esta vez, sin evitar el contacto visual, se le hacía muy conocida pero no sabía de dónde.
- Qué te sucede?- le pregunta, con parsimonia.

Me había equivocado, el tema sólo me afectaba a mí porque él en cambio soltó una pequeña carcajada que solo hizo que me volviera a estremecer. Abrí los ojos y lo miré cuando lo escuché hablar.

- Lo siento - dije en un hilo de voz. Observé como movía el colgante y me llevé las manos a mi cuello. Yo no tenía nada que me recordara los buenos momentos salvo viejos recuerdos y muy pocos de ellos eran felices. Levanté la mirada al escuchar su pregunta.

- No... no pasa nada - respondí luego de un corto silencio. Su mirada era profunda y misteriosa, quizás, muy poco sabía de aquel joven. Sin romper el contacto visual, aparté unos mechones de pelo delante de mis ojos y crucé los brazos sobre mi pecho.